domingo, 30 de diciembre de 2012

ADIÓS 2012

Termina el año y aunque no soy muy de resúmenes, tal vez llevado por el hecho de haber regresado a las islas y estar pasando estas navidades alejado de mucha de la gente a la que quiero, me ha dado por hacer balance de este 2012.

Este ha sido un año de confirmaciones. Ha sido el año en el que se ha confirmado que nos están poniendo a prueba, que somos parte de un maquiavélico experimento en el que están probando cuánto somos capaces de soportar sin revelarnos. Y la verdad es que estamos demostrando mucho, pero que mucho aguante. Ha sido el año de la confirmación de la patraña de eso llamado “democracia”, del “todos somos iguales ante la ley”, de “la igualdad de oportunidades”. Ya se han quitado la máscara, ya apenas disimulan. Hemos retrocedido en un periquete lo que tanto les costó avanzar a nuestros padres, nos han vuelto a poner en nuestro sitio, ese sitio al que, en el fondo, creen que pertenecemos y del que jamás debimos salir. Nos dejaron tocar un cielo de cartón piedra con los dedos, para luego quitarnos la escalera de mentiras que habían colocado bajo nuestros pies. Privatizar la educación, la sanidad y encarecer los procesos legales… cómo digo, ya no disimulan. Como cantaba Manolo Escobar “tanto tienes, tanto vales”, ya no valen monsergas, ya nos lo han dejado claro. Y ahí seguimos, calladitos, apenas con algún ligero rumor de fondo, acojonados, agradecidos por las migajas, donde nos querían.

Ya no hay izquierdas ni derechas, los ideales tienen el color del dinero, si es que alguna vez no fue así. El desahucio y la pobreza se han convertido en la pandemia de este país, contra la que no valen vacunas, una enfermedad que nos atenaza, que nos hace dóciles, manejables, conformistas, agradecidos, que nos convierte, como dice el gran Rajoy, en una “mayoría silenciosa” que acata de esa manera tan cristiana, el castigo que los dioses de la economía mundial nos han enviado. Nos acercamos a los 6 millones de parados y 1 de cada 2 menores de 25 años está sin trabajo. Y con este panorama seguimos viéndolas venir, y la prueba es que cuando uno se pone a leer esa retahíla de resúmenes que pueblan la prensa nacional en estos días, se queda de piedra al leer que este año se ha batido el record de horas que los españolitos consumen frente al televisor. 4 horas, 6 minutos diarios frente a la caja tonta. El opio del pueblo está en plena forma, la anestesia mental funciona a la perfección. Encefalograma plano para no incomodar, para conformarnos, para no dejar de decir eso de “podríamos estar peor”, “con la que está cayendo”, “no nos podemos quejar”. En tiempo de rebelión nos han domado para el conformismo, y cada día lo hacemos mejor. Pues nada, a ver hasta dónde llegan.

En lo personal, este ha sido un año de “transición”, si es que no son todos los años, años de transición, años de transito, el transito que nos va llevando a lo largo de esto que llamamos vida. La vida es eso, tránsito, no hay llegada, hay camino.

Ha sido un año de exilio, de conocer muchas cosas nuevas, otros lugares, otras personas, otras formas de ser y de pensar. Ha sido un año de aprendizaje, de constatación, de afianzamiento de algunas creencias en lo personal. Un año lleno de muy buenos momentos y otros no tan buenos, pero ninguno realmente malo, porque no, no ha habido, afortunadamente, cosas malas “de verdad”, problemas de los que no tienen solución, todo me ha enseñado. He aprendido que hay que poner el corazón en todo lo que se hace, hacerlo con todo el amor que seamos capaces de poner en ello, porque cuando no es así, el resultado se resiente, pero que no hay que poner demasiadas expectativas en nada. Hacer o no hacer, pero no esperar nada a cambio, encontrar el placer en el hecho de hacer sin esperar recompensa. He aprendido que las expectativas generan decepción y dolor, que hay gente que llega para quedarse y hay gente que pasa, gente que te aporta y gente que no te deja nada, gente que va de cara y gente que no tiene de verdad ni su sonrisa. He aprendido que debemos pasar más tiempo valorando a quien nos quiere y nos cuida y menos echando de menos lo que sentimos que nos falta, he aprendido, aunque ya lo sabía, que soy un tipo muy afortunado, he aprendido que aunque hay muchas cosas que quiero mejorar en mí, me gusta lo que soy y en lo que me estoy convirtiendo, pero quiero mejorar, queda mucho por aprender y mejorar.

Nunca he sido de hacer propósitos de enmienda con el nuevo año, pero este año lo he hecho. No, no voy a dejar de fumar, porque nunca he fumado, ni me voy a apuntar al gimnasio en enero. Voy a intentar no quejarme por quejarme, no quejarme por tonterías, no quejarme de la pequeñas cosas sin importancia, de los pequeños contratiempos que nuestra vida entre algodones nos convierte en escarpadas montañas y que provocaría una sonrisa condescendiente en cualquiera de las miles de personas que a diario se levantan afrontando vidas y problemas que no les dejan tiempo para pensar en si el café no es lo suficientemente bueno o no está lo suficientemente caliente. Echad un vistazo a vuestro alrededor o a vosotros mismos y comprobad la de tiempo que perdemos en quejarnos de chorradas, en quejarnos, no en intentar mejorarlas. Sólo quiero quejarme, y más fuerte que nunca de lo que realmente importa, de lo que menciono en los párrafos anteriores, de lo que nos están haciendo como individuos, como pueblo, de cómo nos ningunean y nos infravaloran, de eso si, de eso si quiero quejarme y que nos quejemos todos, que dejemos de decir eso de “¿qué puedo hacer yo?” y nos pongamos a mover el culo y a dejar de mirarnos el ombligo.

Y mi segundo propósito es intentar no hablar tanto de los demás, desterrar la crítica gratuita, el patio de vecinas. Cada día asisto a ese mal que se me antoja más extendido que nunca. Todo el mundo habla de todo el mundo y normalmente para mal, cuando no con la intención de hacer daño. No, no se puede evitar que los demás lo hagan, pero caer en lo mismo sólo nos iguala, no nos hace mejores ni nos otorga razón alguna, y como dijo Gandhi, si quieres ver un cambio en el mundo, empieza por cambiar tú mismo.

Feliz, soñador e inconformista 2013.

Joel Reyes

«Cuida tus pensamientos porque se volverán palabras. Cuida tus palabras porque se transformaran en acciones. Cuida tus acciones porque se convertirán en hábitos. Cuida tus hábitos porque forjarán tu carácter. Cuida tu carácter porque determinará tu destino. Y tu destino será tu vida».

“Lo q más me horroriza no son los actos de los malos, sino la indiferencia de los buenos”

Mahatma Gandhi

viernes, 7 de diciembre de 2012

LA CRIBA


Se cumplen ya dos semanas desde que empezamos las sesiones de preproducción del nuevo disco en La Cocina junto a Juan Zarppa y tengo que decir que el proceso está siendo apasionante. Trabajar desde la tormenta de ideas y buscar juntos los caminos que cada canción pide es muy entretenido e interesante desde el punto de vista creativo y es curioso comprobar como tres cabezas pueden coincidir con tanta facilidad cuando los astros se alinean y, de momento, todo está fluyendo de forma sorprendentemente sencilla.

Cuando nos sentamos para establecer las pautas a seguir a la hora de afrontar este nuevo trabajo, llegamos fácilmente a un punto en común: queríamos hacer un disco de banda, buscar nuestro sonido y que todos los temas persiguieran el mismo concepto. La teoría es una cosa, pero es en la práctica donde surgen los problemas, aunque, a estas alturas del proceso (que sólo está comenzando) ya hemos vislumbrado el camino a seguir y hemos encontrado el carácter y los colores que queremos utilizar. Los trajes de las canciones ya están planteados, ahora toca coserlos y adornarlos de acuerdo a su patrón.

Pero en el proceso creativo siempre hay bajas y daños colaterales. Partimos de unas 25 ideas y el objetivo era grabar un disco de unas 12 canciones, coherente, concreto, directo y sin paja, y el otro día llegó el momento de la criba. Sé que es una metáfora muy manida y utilizada, pero no se me ocurre otra para definir esa sensación. Esas canciones son nuestras niñas, todas tienen algo nuestro, un pedazo de lo que somos y de lo que nos ocurre en el camino y a todas las intentamos proteger, pero, como en la vida, no hay sitio para todas y sólo las más fuertes pueden quedarse, mientras que el resto no mueren, solo hibernan a la espera de su momento.

En esta ocasión se ha producido una selección natural y el momento de la criba ha sido menos traumático que en otras ocasiones, más natural y pacífico. Los tres nos hemos sorprendido del consenso que ha habido y apenas si hubo debate o grandes diferencias de criterio, lo cual es buena señal.

En la criba han caído grandes ilustres del nuevo repertorio, temas “intocables” se han visto obligados a esperar su oportunidad en futuras entregas. En este momento este es el disco que nos apetece hacer y está muy clara la dirección a seguir. No queremos inventar nada, pero tampoco queremos anclarnos en lo establecido, queremos jugar, probar y huir de lo obvio. Lo malo, ese escozor que deja en la piel renunciar a algunas canciones, lo bueno, será un disco íntegramente inédito para nuestra gente, salvo rara excepción de algún tema que apenas ha sonado en un par de conciertos.

Malacabeza vuelve con fuerza, con ganas de gritar y rockear duro sin renunciar a lo que somos, a nuestra esencia. Estamos muy contentos con lo que se vislumbra en el horizonte y estamos trabajando con honradez y siendo fieles únicamente a lo que nos pide el cuerpo y sé que vosotros lo notaréis al escuchar las nuevas canciones. No se si os gustará más o menos, pero os aseguro que os sorprenderá y que nosotros pondremos lo mejor de nosotros mismos en el proceso.

Continuamos.

Joel Reyes