En febrero de este 2012 se han cumplido 20 años desde que el bendito veneno de la música entro en mis venas. En estos 20 años puedo presumir de llevar casi 15 de ellos viviendo o sobreviviendo de la música, unas épocas mejor y otras peor, pero disfrutando de lo que más me gusta hacer en esta vida. Por supuesto que he tenido que hacer mil trabajos diferentes en diferentes épocas de mi vida, pero siempre he tenido claro cual era mi oficio, mi profesión, aquello que amo y que siento que es lo que mejor hago.
A lo largo de este tiempo han sido muchas, muchísimas las ocasiones en que me han preguntado: “¿a qué te dedicas?”, a lo que yo he respondido, “soy músico”, a lo que mis diversos interlocutores han respondido, “no, no, que de qué te ganas la vida”. Siempre me ha indignado el que para muchísima gente, esta bendita profesión sea vista como un hobbie, un pasatiempo, o una manera de vivir “sin dar un palo al agua”, esa misma gente que luego idolatra a los “artistas de verdad”, es decir, a los que salen en la tele o suenan en las radiofórmulas. Hay una frase respecto a este oficio que siempre he dicho: “quien diga que la vida del músico es fácil no tiene ni puñetera idea, quien diga que hay vida mejor, tampoco”, eso si, apostillando que sea esta la vida que quieres vivir, con sus pros y sus contras, con sus defectos y sus virtudes, con lo que te da y con lo que te quita.
Yo no me gano la vida con la música, porque no tengo que ganarme una vida, mi vida es mía y no me la tengo que ganar. Desgraciadamente, nuestro vocabulario y nuestra forma de expresarnos condiciona nuestros actos y nuestra forma de afrontar la vida, y nuestro lenguaje está lleno de expresiones derivadas de la religión en la que, en mayor o menor medida, la gran mayoría hemos sido educados. Todos hemos escuchado mil veces esa retahíla de frases hechas asociadas al sufrimiento y a esa costumbre de tener que pagar peaje cristiano para ganarnos ciertos derechos a la felicidad y el placer, para “ganarnos la vida”, para ser merecedores de ella. Esas frases y esa filosofía de vida, habitan, queramos o no, en nuestro inconsciente, y nos recuerdan que esta vida es poco menos que un penar salpicado de algún momento bueno y que disfrutar demasiado es poco menos que pecaminoso, algo que no está bien visto. ¿Cuántas veces hemos oído decir de tal o cual persona no hace más que “disfrutar de la vida” con tono desaprobador?.
Nos hemos creído que hay que ganarse el derecho a vivir, a disfrutar de ciertos momentos a cambio de estar jodido en muchos otros.
Nuestra vida ya es nuestra, no nos la tenemos que ganar, tan sólo tenemos que vivirla, disfrutarla, cada cual a su manera, ajeno a los prejuicios de los demás e intentando huir de los suyos propios. Si conseguimos eso, nos estaremos acercando al verdadero sentido de la vida, no al religioso (con todos mis respetos para el que quiera quedarse con ese), sino a aquel que dice que una vida plena es aquella que manda sobre sí misma, que da felicidad al que la vive y a aquellos que le acompañan en el camino.
En esas estamos.
Joel Reyes
Yo incluiría: y con un par!
ResponderEliminarNo sabes cómo calan estas líneas en alguien que no es lo suficientemente valiente como para perseguir lo que en momentos como estos considero poco menos que una utopia, a veces una condena que quema y que corroe el alma del artista encerrada en un cuerpo que malea en busca de un incentivo llamado sueldo y que nunca consigue saciar eso que relatas, el hacer lo que mejor sé y con lo que soy feliz (laboralmente hablando).
Se os echa de menos hermanicos...
Un abrazo!
Chuso
Amén!! Te echó d menos tiet, muacks!
ResponderEliminarpero yo creo que con ganarse la vida la gente se refiere a tener dinero para comer, alquilar una casa, etc, no a conseguir el prototipo de casa con familia, coche y perro
ResponderEliminar