miércoles, 22 de febrero de 2012

VOLVIÓ LA MAGIA

Ya han pasado unos días desde el último concierto de Malacabeza en nuestro querido Libertad 8. Ya se ha pasado la resaca emocional que supuso esa noche mágica para nuestras almas. Pude escribir estas letras con esas sensaciones calientes en mi corazón y en mi piel, pero igual la pasión le hubiera restado perspectiva a lo que allí ocurrió.

A veces me doy cuenta que este oficio nuestro a veces nos muestra demasiado desnudos, demasiado expuestos y que el “streaptease” emocional forma parte de aquellos que hacemos nuestro trabajo con pasión y honestidad. Siempre digo que hacer canciones me sirve de terapia y que los conciertos son sesiones de psicoanálisis que muestran más de lo que a veces pretendo.

El pasado jueves 16 de febrero volvió la magia a Malacabeza. En los últimos tiempos las circunstancias han podido más que nuestra fe, hemos perdido de vista lo que somos, lo que REALMENTE SOMOS por encima de elementos ajenos a nosotros. Por suerte, nada ocurre porque si y hace poco tuve la suerte de, por eso que unos llaman azar y otros predisposición, encontrarme (¿sin buscarlo?) con un regalo que me ha volado la cabeza. Sería muy largo de explicar y tampoco creo que proceda, tan sólo diré que he cambiado mi forma de afrontar las cosas y el lugar en el que quiero habitar.

Nada ha cambiado a nuestro alrededor en lo tangible, pero algo ha cambiado en nosotros y eso, a veces, lo cambia todo. El pasado jueves se pudo comprobar. La energía decía que iba a ser una noche especial, todo lo indicaba, sobre todo nuestra actitud y nuestras ganas. Y, simplemente, así ocurrió. Cómo dato revelador, al día siguiente, un amigo que no suele perderse ningún concierto me dijo algo así como: “Hacía mucho que no te veía al 100% y disfrutando tanto”. Tan significativo como REAL. Ese es el cambio.

Un Libertad 8 sonriente y predispuesto nos esperaba cuando pasaban unos pocos minutos de las 22 horas. Desde la primera canción, “Bienvenidos a mi mundo” (tema que tocamos después de muchos conciertos a petición de varios amigos) el libertad nos llevó en volandas cantando y acompañando cada nota, cada canción, cada palabra. Todo era fácil, todo fluía, era sencillo… hasta los errores aportaban calor y magia y nuestras caras así lo reflejaban. La banda estaba relajada, disfrutando de cada acorde, de cada segundo y yo me sentía capaz de todo, afortunado, feliz… notaba como si mis pómulos fueran a agarrotarse por estar todo el rato sonriendo como un niño en su fiesta de cumpleaños.

Hubo momentos brutales, indescriptibles, que nos superaron a todos, aplausos infinitos, sinceros, momento únicos (ese “Si supieras” con Arita, ¡que descubrimiento!). Incluso los temas nuevos funcionaron y fueron tan mimados como los ya conocidos por nuestra gente. Record de público, de emoción, de aplausos, de gargantas cantando nuestras canciones, de endorfinas para nuestras cabezas.

¿Qué fue lo que ocurrió? Muy sencillo, todos sabíamos a lo que habíamos ido allí y no perdimos la oportunidad de disfrutar de cada segundo, el objetivo estaba más que claro. La vida no ha venido a vernos para que la veamos pasar. Como dijo en el pasado post Ramonet, “hagamos que las cosas ocurran, no las esperemos”, son tiempos para el ingenio y las ideas, no para la queja y si parpadeamos, nos los vamos a perder. Gracias Libertad, con todo lo que eso conlleva.

Estos “nuevos” Malacabeza han venido para quedarse. No es una amenaza, es un hecho.

Joel Reyes

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