domingo, 31 de enero de 2010

Temple Bar Street

Al día siguiente, antes de partir hacia Madrid, saldamos una deuda que teníamos pendiente. Ir a la cervecería CAMPOY a comernos los mejores “caballitos” (gambas con gabardina, para entendernos) de toda Murcia. Son de escándalo, con su limoncito y una cerveza bien fría... el Avagelio (broma interna), os lo digo yo, para morirse de gusto. Si vais por ahí, no dudéis en probarlos y luego me contáis. Nos hemos ganado unos escasos días de merecido y relativo descanso antes de partir hacia tierras valencianas, el frío ya ha llegado a Madrid y casi a la vez las luces de navidad, que, al paso que vamos, acabarán por ponerlas en agosto. Antes de partir hacia Alicante tenemos una cita cerquita de casa. En el Temple Bar Street de Alcalá de Henares y allá que nos vamos el jueves 26 de noviembre, con las pilas de nuevo cargadas y con ganas de más, que no decaiga. El Temple es otro sitio precioso, una taberna irlandesa decorada con muchísimo gusto, aunque observamos atónicos que el escenario está a unos 3 metros de altura, como si tocáramos en una terraza o algo así. Cuanto menos es curioso y nos preguntamos si la gente nos hará algún caso o seremos como el hilo musical del local. La prueba también es curiosa, Dani, el técnico nos va dando las órdenes a través de los monitores, nosotros estamos tras una pantalla gigante donde se proyecta un combate de Muai Thai o como se escriba, la música no deja de sonar durante toda la prueba y el técnico trabaja con cascos mientras que tiene que imaginar lo que nosotros estamos escuchando por monitores e intentar corregirlo según nuestras palabras. De locos, vamos. Pero la prueba sale bien, todo está en orden y con la duda de qué va a pasar, nos vamos a cenar. Al regresar nos encontramos con varios amigos y gente que ha venido a vernos desde Coslada, Guadalajara y aledaños. La cosa va cogiendo color. Llega el momento de empezar y vemos que la gente nos mira aún a riesgo de acabar con una tortícolis galopante. Nos sorprende ver que, a pesar de estar casi lleno, el público está por la labor, nos llevan en volandas y vamos construyendo un concierto sorprendente incluso para nosotros mismos. Ramonet y yo nos miramos gratamente sorprendidos y disfrutamos del concierto. Al llegar al local descubrimos que la música era eminentemente rockera y nos da por marcarnos un “Is this love” de Whitesnake que hace que la gente se quede en silencio para romper en un estruendoso aplauso. Nos ha quedado muy bien, para que negarlo. El concierto termina y la gente quiere más. De pronto, un grupo de entre el público, que no conocemos, empieza a tararear el papapapapaparapa de Malacabeza y nosotros alucinamos. Llega el momento de darles lo que quieren y terminamos el concierto con “Si supieras” y “Malacabeza”. Increíble pero cierto. Todo son alabanzas, se venden un montón de discos y nos tiramos un buen rato firmando y atendiendo a la gente que nos regala los oídos sin parar, todo son parabienes. Así da gusto.

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