jueves, 30 de agosto de 2012

DE OCÉANOS, OLAS Y MAREAS

Hace pocos días tuvimos la oportunidad de hacer surf por primera vez en nuestra vida. Las islas, por cuestiones obvias, destilan deportes de agua por todos los poros y no puedes evitar que la curiosidad te invada en un principio para poco a poco querer saber un poco más: snorkel, surf, wind surf, kite surf, body boarding, pesca submarina, submarinismo, etc., eran términos que apenas nos sonaban o que, a lo sumo, formaban parte de algún documental de la 2 que hubiésemos podido ver como quien ve al hombre llegar a la luna, como algo curioso, lejano, ajeno, desconocido.

Pero de pronto, aquí, esa lejanía ha pasado a ser cotidianidad, algo que forma parte de tu día a día y que se convierte en el paisaje del que disfrutan tus ojos a diario y eso hace que tras la curiosidad lleguen las preguntas, más tarde la posibilidad y tras ella las ganas que han culminado en el intento.


Hay algo que me une, irremediablemente, al mar, siempre lo sentí, supongo que, como dijo el maestro Serrat, “que le voy a hacer si yo nací en el Mediterráneo”, aunque reconozco que nunca fui especialmente marítimo a pesar de mi origen y lo próximo que tuve el mar durante la mayor parte de mi vida. Dicen que en la vida todo es cuestión de momentos, que no siempre es momento para algo que en otro momento resulta perfecto, y tal vez este haya sido mi momento para “conocer” el mar.

Hacer snorkel ha sido mi otro gran descubrimiento (ya sabéis, lo de sumergirse para observar el fondo marítimo con las gafas y el tubito). El paisaje marítimo que te regalan las islas, en especial Fuerteventura, es indescriptible. A veces tienes la sensación de estar en pleno Caribe por lo exótico de algunos de sus peces y por la abundancia de ellos, aunque estoy seguro que un experto en la materia se reiría de tal afirmación, pero es lo que tiene el desconocimiento, es osado. Sumergirse, aunque sólo sea de forma “superficial” en el mar es una de las sensaciones más bellas, salvajes y de completa libertad y pertenencia al medio que he vivido en mi vida, supongo que tan sólo un aperitivo del atracón que debe suponer hacer submarinismo (ese es el siguiente reto). He podido disfrutar de algunas largas sesiones con mi amigo Pablo y de un día de pesca submarina con un majorero sobre humano llamado Javi “El gallego” (él pescaba y yo hacía las veces de fiel escudero) y la verdad es que el mundo deja de girar mientras estas bajo el agua. No hay nada más, sólo tú y el mar.

Nadar en el océano y disfrutar del fondo marino se ha convertido en un capricho tan saludable como adictivo… y ahora ha llegado el surf. Cuando paso al ordenador esta entrada escrita hace unos días, ya son tres los días en los que hemos ido “en busca de olas”, aunque eso es mucho decir aún para neófitos como nosotros que estamos más envueltos en ellas y tragando agua que sobre alguna que otra olita despistada que se deja acariciar. De momento sólo es un juego, eso sí, un juego cuyas normas hay que respetar a rajatabla y en el que a la mínima de cambio puedes salir más que trasquilado (las magulladuras, heridas y golpes en mi cuerpo lo atestiguan), pero he tenido la “mala suerte” de que se me está dando bien y creo que algo se me está metiendo dentro.

Que nadie se asuste, el próximo disco de Malacabeza no será de reggae ni nos reencarnaremos en una especie de Beach Boys afónicos o un Jack Johnson descafeinado, pero está claro que las canciones se alimentan de vida y algo de todo este aprendizaje y vivencias impregnará a nuestras nuevas hijas.

Y pensar que hay quien va diciendo por ahí, con apenas 25 años y la vida empezando a florecer, que ya lo ha vivido todo y que se planta… cada quién es cada cual, y todas las opciones son buenas si nos funcionan y nos hacen felices. La vida, como el mar, depende de mareas, lunas, vientos, ciclos…, nunca sabemos con qué nos sorprenderá, nunca sabremos leerla sin la posibilidad de que nos sorprenda, nunca nos permite bajar la guardia, porque la ola menos pensada puede darnos un buen revolcón y poner nuestra mundo patas arriba.

Yo prefiero pensar que sólo soy un aprendiz, ávido de descubrir nuevos mundos, nuevos puntos de vista, nuevas formas de vivir porque, como decía el gran Forrest Gump, “la vida es como una caja de bombones, nunca sabes el que te va a tocar”, y, mientras me dejen, pienso seguir comiendo.

Desde las islas sigo atento a las señales, sigo pendiente de hacia dónde sopla el viento, sigo aprendiendo.

Joel Reyes

3 comentarios:

  1. la pinta de surfero ya la tenías, te faltaba la tabla, jejejeje. Saludos desde cartagena

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  2. Hola Joel. Me han entrado ganas de probar a bucear...bueno siempre las he tenido...a ver si algún día. Siempre es un placer escucharte y leerte. Tienes arte. Un abrazo fuerte. A ver si nos vemos por el Libertad8! Mario (tiene tantas cicatrices...)

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  3. Hola Joel. LLevo todo el verano mising en feis, pero veo que todo sigue adelante en vosotros. Me alegro!!! Enhorabuena!!! Nunca dejamos de aprender, te lo dice una prójima con una pila de años a la espalda. Y sigo aprendiendo de la vida, del mar (estuve hace mucho en Fuerteventura y sé a lo que te refieres... Somos ahí una gota de sal, una micra de arena en el mundo) El mar y su fuerza nos lleva a veces como lo hace la vida. Nadie se debe plantar a los 25. Sique comiendo bombones, tu entusiasmo, vuestro entusiasmo se lo merece. Adelante!!!
    Nos vemos por Madrid. Araceli.

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